jueves, 1 de marzo de 2012

Vuelta por el Priorato

Si en casa hay poca hierba, autonomía de leña, y la salud general es potable, me es muy fácil conseguir de mis padres el bono-bici. Como se acabó la entrada de viento de Siberia y la previsión era de tiempo seco y soleado para unos cuantos días, pues lo mejor era ir a dar una vuelta, que la semana que viene nunca se sabe si podrá ser. Si encima ya he acabado de montar la bici nueva, a ver quién es capaz de retenerme.

He ido a la comarca del Priorat y comarcas colindantes, zonas que más o menos ya conocía, pero simplemente quería profundizar un poco, o más bien ver si las cosas habían cambiado. Esta vez he realizado un barrido bastante bueno a la comarca. A continuación incluyo el listado de los núcleos atravesados durante cada jornada, que es la única manera que conozco para identificar aproximadamente el recorrido y hacer honor a la toponimia de los lugares por los que paso y acampo.

22/02/2012: Hospitalet de l'Infant; Miami Platja; Mont-Roig; Colldejou; la Pobla de Fontaubella; Marçà; Capçanes
23/02/2012: Capçanes; el Masroig; el Molar; Bellmunt; Falset; Gratallops; Torroja; Escaladei; la Morera
24/02/2012: la Morera; Cornudella; Arbolí; la Mussara; la Febró; Prades; Vilanova de Prades; Ulldemolins; Santa Magdalena
25/02/2012: Ulldemolins; Albarca; Cornudella; Poboleda; Escaladei; la Vilella Baixa; Cabacés; la Bisbal; la Palma d'Ebre
26/02/2012: Bovera; la Granadella; Llardecans; Sarroca; Sunyer; Alfés; Aspa; el Cogul; Granyena; el Soleràs; els Torms
27/02/2012: Bellaguarda; la Pobla de Cérvoles; el Vilosell; Vallclara; Riudabella; Poblet; l'Espluga de Francolí; Blancafort; Solivella
28/02/2012: Sarral; Cabra; Figuerola; el Pla de Santa Maria; Vila-rodona; Montferri; Masllorenç; Masarbonès; les Peces; el Vendrell




Ermita de Santa Magdalena


En Gratallops

Gotarra

Si descontamos los intereses bancarios a mi favor, hasta el último céntimo que hay en mi bolsa de ahorros procede de estudios y trabajos relacionados de una manera o otra con ríos y rieras. Por tanto, yo que soy agradecido, es totalmente lógico que mis bicicletas, financiadas con ese dinero, reciban nombres de ríos o rieras.

La Gotarra es un río o riera cuya cabecera se encuentra en las montañas que hay cerca de la costa catalana entre Tossa y Sant Feliu de Guíxols (el macizo de Cadiretes). Después se dirige hacia el norte, recogiendo prácticamente toda el agua que se genera en la vertiente sur-oeste de las montañas de la Gavarra o Gavarres. Tiene un nombre un poco rústico, incluso rudo. En realidad, es un río o riera como cualquier otro del país, entrañable para el lugareño pero poco espectacular y inadvertido para el forastero, aunque de vez en cuando se desborda, causa algún quebradero de cabeza y hasta puede aparecer en los periódicos.

Hay una norma no escrita que dice que cuando dos ríos se juntan el menor pierde el nombre en beneficio del mayor, a menos que de los dos surja un nombre nuevo, aunque también podría admitirse una particular excepción si el río pequeño tuviese algún elemento muy emblemático. Pues bien, a la altura de Riudellots, aunque la Gotarra aporta más caudal y tiene una superficie del doble de la cuenca de su vecino Onyar, pierde el nombre y deja que sea el otro el que se lleve la fama, entre otras cosas porque ha hecho construir muchos puentes en la ciudad de Girona y de vez en cuando causa alguna inundación (más gracias a la Gotarra que al Onyar en sí mismo). Pero ni las montañas de donde procede el Onyar son más altas ni exuberantes que en la Gotarra, ni se pueden encontrar surgencias ni cascadas espectaculares en su cabecera.

Se trata, por tanto, de una injusticia de reconocimiento. Es inútil querer conocer su causa histórica, se pierde en la noche de los tiempos, y tampoco cambiaría nada. Pero es importante tener presentes estas cosas, se empieza con pequeñas mentiras, después la pelota se va haciendo grande y se acaba asintiendo que todo es mentira. Y sería un error ver algo personal en esta sensibilidad hacía este tema, puesto que creo tener exactamente lo que merezco, incluso más. Simplemente creo que las injusticias de reconocimiento conducen a la desmotivación, y son un freno grave para el progreso técnico y humano.

Mi nueva bicicleta se llama Gotarra. Porque tiene un nombre rústico que transmite perdurabilidad. Porque la Gotarra lleva parte de las Gavarres, y por afinidad sonora, también de la Gavarresa. Y porque no nos gustan las injusticias de reconocimiento y ella será su abanderada.

Se trata de un cuadro de acero con una transmisión, manillar y portaequipages delantero totalmente nuevos. El resto procede de Gavarresa, la otra bicicleta. Lo que un buen profesional hubiese montado en unas 3 horas, yo he dedicado 3 o 4 jornadas, deslomado pero satisfecho. Y para no cometer una injusticia de reconocimiento, diré que sin la ayuda de mi hermano y su taller industrial, ni enchufaba la dirección, ni tampoco solucionaba el curioso problema del tope del cable de cambio que tiene el caprichoso cuadro surly.




Maese Pollo

Últimamente me da mucha pereza planear la ruta. Más o menos sé por donde ir, y una vez en marcha mi cabeza piensa con cierta claridad, todo va saliendo rodado. Pero empezar es una cosa que se decide en casa, se me hace muy difícil. Por donde empiezo? Acercarme en coche no me gusta, pero ir en tren tampoco es cómodo, cada día cuesta más acceder al tren o al mismo andén. Así que, si puedo, intento dotar el origen de una excusa, que puede ser tan tonta como que exista bodega para ir tranquilo el resto del viaje.

En este caso se me ocurrió una idea. Empezar en la Florida catalana, Miami Playa, donde reside el pollo Cándido, y así podría conocer el primer forero fuera del espacio dual (o virtual). Seguro que tiene un momento para darme ánimos, pensé. Y allí estaba él, quizás con más curiosidad que yo.

Me lo pasé muy bien. Y como suele suceder en estos encuentros entre apasionados por las bicis, la mía recibió una gran atención. Cándido realizó un examen muy minucioso y me llamó pijo varias veces. Así que doy por sentado que la bici le gustó y tengo el aprobado. Claro que me indicó que el freno estaba mal ajustado, y también me riño cuando observó que me había olvidado el casco. Así que ni sobresaliente, ni cum laude, ni pata negra ni nada. Un aprobado justito. Y es que ya se sabe: cuando el gallo canta, el gorrión escucha.




Shangri-la

El Priorat es una comarca cerrada por montañas en prácticamente los cuatro costados. En su interior también es muy abrupto, y está culminado por la imponente sierra del Montsant. Se diría que es una de las comarcas catalanas más claramente identificables y que su definición deja lugar a pocos equívocos, las tierras que son drenadas por los ríos Siurana y Montsant. También se diría que es la comarca que con su carácter ha aportado más al imaginario colectivo tradicional de Cataluña. Aunque, para que no se enfaden los de otras comarcas afectadas por el patriotismo local, matizaré que es la comarca que más ha aportado al conjunto por unidad de habitante, puesto que se trata de una comarca donde habita normalmente muy poca gente.

Se trata de un país escondido detrás de altas montañas, donde impera la esencia de las cosas y de las personas, y con un trasfondo místico proporcionado por la cartuja de Escaladei y por la sierra del Montsant. Sin duda, es el Shangri-la catalán.

La comarca siempre ha sido muy apreciada por su producción de vino, también de aceite, pero sobretodo de vino. Parece ser que el tipo de tierra, en conjunción con muchas horas de sol, lluvia moderada y ambiente fresco producen una uva con alta concentración de azúcar, la cual cosa se traduce en vinos poderosos. Si bien tradicionalmente el ser poderoso se confundía con ser un vino fuerte, sólo apto para personas curtidas, hoy día se ha ido canalizando ese poderío hacia otras dimensiones más pasables. Al menos eso es lo que dicen los expertos vinícolas, puesto que yo soy poco dado a apreciar diferencias en los vinos medianamente buenos (que son los jóvenes o cosecheros), y si a veces soy muy crítico en ciertos aspectos, en el vino soy muy fácil de convencer.

En los últimos 20 o 30 años se ha venido dando un cambio fundamental en la comarca. Algunos soñadores y aventureros vieron la potencialidad que ofrecía esta zona para sacar un tipo de vino muy especial y de gran calidad. Se ha producido una gran revalorización del suelo en la zona que entra dentro de la denominación de origen, definida por el tipo de suelo. Hay que decir que muchas poblaciones de la comarca caen fuera de esa denominación de origen, y se agrupan en otro nombre. Poco a poco, la zona ha cobrado un toque chic, y en paralelo, han ido apareciendo hotelitos rurales, agrotiendas con ornamentación lujosa, restaurantes de grandes platos fantasía, etc. El ambiente urbano va imponiendo su huella, pero si se toma la precaución de viajar fuera del fin de semana, se nota muy poco.

Todo esto también tiene su traducción en el paisaje agrícola. A diferencia de lo que ocurre en otras comarcas, el Priorat puede alardear de seguir sacando provecho de sus laderas montañosas en prácticamente toda su vertical. Todavía quedan parcelas sin aprovechar (todavía se reconocen los antiguos bancales), pero cada vez son menos. Ya no se usan mulas para labrar, y los nuevos tiempos han llevado a reorientar el método de explotación de las laderas en gran pendiente, con una tendencia a aumentar el ancho de cada bancal para que pueda pasar un tractor pequeño. Poéticamente no es lo mejor que podía pasar, pero en general el tono no es impactante ni desagradable. Ahora bien, a veces el afán de lucro o el miedo a arruinarse (que son las dos caras de la misma moneda) ha llevado a hacer verdaderas animaladas, y los viñedos parecen más bien minas a cielo abierto. Y es que, con una simple ojeada, es bastante fácil deducir si el viñedo de montaña corresponde a una explotación de tipo familiar, o si responde a una organización más compleja con inversores forasteros.

Por lo que he podido deducir, si se dispone de un buen viñedo es relativamente fácil conseguir los permisos urbanísticos para construir edificaciones para procesar y almacenar el vino. Aquí también impera el imaginario urbanita, impuesto por arquitectos iluminados (y no precisamente por el Montsant). Hay mucha variedad, edificaciones que parecen chalets de fin de semana, otros son bloques de hormigón minimalista, en otros se observa un aire faraónico, y hasta los hay de tipo alpino integrado en los que sólo falta la cabrita en el tejado. La arquitectura de diseño cree poder competir con las laderas agrícolas en la formación del paisaje.

Las carreteras son también un elemento distintivo del Priorat. No son muy anchas, hay infinidad de curvas y largos rodeos. Todavía quedan muchas así. Pero va cambiando, desde los últimos 20 años hemos asistido a la moda de la rectificación, total, para agarrar unos pocos minutos a un tiempo de recorrido que a la hora de la verdad continua siendo largo. Cada vez que se rectifica una curva de una carretera, la curva vieja queda en desuso, y pienso que se pierde una parte importante del patrimonio territorial. Eso me irrita, pero lo peor, lo que me afecta de verdad, es que con la rectificación las pendientes que de por sí ya son fuertes en la comarca, localmente se incrementan todavía más.

Finalmente, los pueblos son la otra esencia del Priorat. Falset es la capital, pero no es más que un pueblo grande. El resto son pueblos medianos o pequeños pero dotados de una concentración básica de actividad y normalmente con cooperativa agrícola. Son pueblos acogedores, en muchas ocasiones con fuente de verdad, aunque para moverse en bici no son de lo más indicado. Lo mejor es aparcarla y recorrer el pueblo a pie. Y si hay que hablar con alguien, es necesario adoptar una postura adecuada para no perder la estabilidad: el cuerpo de lado, mirando más bien hacía arriba, y un pie más alto que el otro, doblando la pierna delantera y estirando al máximo la trasera. No cuesta mucho, sólo hay que mirar de imitar a los vecinos.



Cerca de Poboleda


Cerca de Bellmunt
  
Cerca de Gratallops

Gratallops

Cerca de Torroja

Cerca de la Vilella Alta

El termómetro invertido

Para mí, existen 3 tipos de fuentes: 1) la fuente que no da agua; 2) la fuente con agua del sistema; 3) la fuente que brolla siempre o hay un tapón. Para mi esta última es la única digna de llamarse fuente, y a menos que haya un letrero que diga que esa agua está contaminada y está prohibido beber, lleno todas mis botellas allí. Cualquier otra indicación significa que el agua que voy a beber es de gran calidad.


Fuente de Arbolí
En la fuente del collado de Colldejou (el coll Roig) había un ciclista repostando un poco de agua. Gracias a él vi la fuente, poco reconocible. Caramba, había un pequeño carámbano, y me asuste un poco, así que le pregunté: no hace mucho frío por aquí, de noche, verdad? Hombre, sí que hace frío. Y tanto que hace frío. Y sobretodo no vayas a dormir más abajo de Falset, hay inversión térmica y a partir de allí baja mucho bajo cero. Pues sí que vamos bien! Yo había oido hablar de eso de la inversión, acontece en los valles, normalmente en situación de altas presiones, al aire frío del fondo le cuesta escapar. También lo relacionaba con alta humedad y nieblas en los fondales, que cuando bajamos de cero produce la temible escarcha. Temeroso, insistí: debe haber mucha humedad en el valle, supongo. No, respondió, el ambiente es muy seco, el fenómeno se debe a la convección.

Vaya! Pues no me sale el hombre con un tecnicismo? Y eso de la convección, por sí sola, ya explica el fenómeno? Nos despedimos cordialmente, aunque yo estaba un poco mosqueado. Ese ciclista me había dado un consejo, y yo tengo un ligero defecto, y es que no acepto consejos (aunque los voy dando a diestra y siniestra). Yo no estaba nada convencido. Debía comprobar por mí mismo cuan cierto era eso de la inversión térmica.

Así que me fui a dormir a Capçanes, todo bajada, hasta los 200 m de altitud. No hacía mucho frío, pero el sol se escondió y hubo que ponerse toda la ropa. Hacia las 8 ya estabamos a 0 grados y me vino el aviso, ese escalofrío que me indica que tengo que entrar en la tienda, no sin antes tomar un último vasito de vino dulce. Por la mañana la temperatura era de unos 5 bajo cero, pero todo seco, nada de escarcha. Caray, todavía llevará razón el ciclista.

Sólo quedaba realizar una segunda comprobación. A la siguiente noche todo se organizó para ir a dormir cerca de la Morera, a los pies de la sierra del Montsant, a 700 m de altitud. El sol se marchó y la temperatura descendió un poco, pero de repente se estancó alrededor de los 8 grados. Hacía un viento ligero pero seco y saludable. Dieron las 9 y todavía se estaba la mar de bien, me fui a la tienda a dormir porque ya no sabía como ponerme y ya había bebido más de la cuenta.

He de admitir que es un error ser desconfiado con el conocimiento local, y que todo me iría mejor si fuese un poco más permeable. Y si algún día tengo hijos o nietos, les contaré que no es necesario entender las cosas para disfrutarlas, y que el abuelo un día se fue al Priorat a experimentar la inversión térmica. Les diré que se trata de un fenómeno de la naturaleza gracias al cual se puede estar en las alturas de las montañas y gozar de una agradable velada, pudiendo ir a dormir muy tarde en la noche.
 
Capçanes

La Morera de Montsant

La propiedad terrenal

Hubo un tiempo en que creía que mi misión en la vida era enraizar. Esto se traducía, entre otras cosas, en poseer una casita. Como a mí únicamente me gustan las casas con huerto o con posibilidad de construirlo, la cosa se encarecía todavía más. Había que llegar a una deuda con el banco, y intuía que eso me llevaría a tener que ser más dócil con los jefes, los clientes, con prácticamente todo el mundo. El asunto me angustiaba un poco, pero tampoco me quitaba el sueño, ya que considero que estar convenientemente domesticado es un elemento básico para ser feliz. El problema principal estaba en eso del enraizamiento, en afirmar donde quería habitar por mucho tiempo, equivalía a comprometerme y afirmar quien era yo. Me vino vértigo.


Así pues, mi pasión por viajar en bici nace de un miedo (el miedo al compromiso). Y por más que viajo, ese miedo no se me quita, al contrario, se intensifica. Se trata de una batalla perdida, y no hay que darle más vueltas. Lo que sucede es que el hecho de no poseer tierra, una finca, me produce un gran vacío en mi interior. Hay una tipo de mentalidad que dice que hay que poseer poco para que los demás puedan poseer su parcela. También se dice que lo importante es poseer el reino de los cielos. Habladurías, cuentos chinos. Yo tengo un gran impulso interior que me lleva a poseer tierra, tal cual hacían los burgueses y nuevos ricos para parecer aristócratas. A medida que poseo más y más tierra, el mundo es un poquito más mío. Y eso me llena, así estoy contento. Tampoco necesito toda la tierra, sólo necesito pequeñas fincas, a medida que las necesito para descansar por la noche.


Por eso, yo, cuando acampo en un campo, éste ha estado previamente seleccionado (dentro de las posibilidades), y una vez dentro me lo miro con ojos de propietario. Si considero que el campo no está bien llevado, critico y riño simbólicamente al propietario legal y le digo que es un dejado, un desastre y que no es merecedor de ese estatus. Si considero que el campo es bueno, rendible, integrado en el entorno y además resulta cómodo para acampar, pienso que el propietario es una gran persona.


Yo considero que la propiedad pública no tiene demasiado futuro. Soy de los que piensan que las cosas se cuidan y se aprovechan más si te pertenecen. En el caso que nos ocupa, existe un propietario o usuario de día, que trabaja la tierra, aplica ciertas técnicas y espera sus frutos. Y existe un propietario nocturno, ocasional, discreto y agradecido. Este último propietario deja la tierra prácticamente como la ha encontrado, y no es celoso de su propiedad, no le importa compartir. De hecho, al día siguiente podría venir otro campista y entrar a formar parte de la comunidad de propietarios.


Alguna vez, aunque muy infrecuentemente, a primera hora de la mañana coinciden la parte legal y la parte romántica de la propiedad. Se conocen y se reconocen. La sorpresa es manifiesta, aunque por una parte mucho más que por la otra. El propietario legal, al principio un poco inseguro, se preocupa en dejar clara su condición: yo soy el propietario de esta tierra. Mientras dice esto se crece un poco, diría que hasta levita, y su rostro enrojece, emocionado por lo que acaba de decir. Entonces, antes de que le aparezca la primera lágrima, hay que actuar rápido. Este campo es precioso, el mejor que encontré, y se duerme muy bien, que yo digo. Esto gratifica enormemente al propietario, le viene a decir que un forastero, una persona imparcial, ha preferido su finca a la de sus vecinos. Uno de fuera le está diciendo que él es un buen propietario.


Lo que pasa es que yo no soy imparcial. Desde el momento que he acampado esa noche, ese campo también me pertenece. Aunque el propietario legal no lo sabe, somos socios de por vida.



Cerca de la Morera de Montsant



Cerca de la Palma d'Ebre