jueves, 1 de marzo de 2012

Gotarra

Si descontamos los intereses bancarios a mi favor, hasta el último céntimo que hay en mi bolsa de ahorros procede de estudios y trabajos relacionados de una manera o otra con ríos y rieras. Por tanto, yo que soy agradecido, es totalmente lógico que mis bicicletas, financiadas con ese dinero, reciban nombres de ríos o rieras.

La Gotarra es un río o riera cuya cabecera se encuentra en las montañas que hay cerca de la costa catalana entre Tossa y Sant Feliu de Guíxols (el macizo de Cadiretes). Después se dirige hacia el norte, recogiendo prácticamente toda el agua que se genera en la vertiente sur-oeste de las montañas de la Gavarra o Gavarres. Tiene un nombre un poco rústico, incluso rudo. En realidad, es un río o riera como cualquier otro del país, entrañable para el lugareño pero poco espectacular y inadvertido para el forastero, aunque de vez en cuando se desborda, causa algún quebradero de cabeza y hasta puede aparecer en los periódicos.

Hay una norma no escrita que dice que cuando dos ríos se juntan el menor pierde el nombre en beneficio del mayor, a menos que de los dos surja un nombre nuevo, aunque también podría admitirse una particular excepción si el río pequeño tuviese algún elemento muy emblemático. Pues bien, a la altura de Riudellots, aunque la Gotarra aporta más caudal y tiene una superficie del doble de la cuenca de su vecino Onyar, pierde el nombre y deja que sea el otro el que se lleve la fama, entre otras cosas porque ha hecho construir muchos puentes en la ciudad de Girona y de vez en cuando causa alguna inundación (más gracias a la Gotarra que al Onyar en sí mismo). Pero ni las montañas de donde procede el Onyar son más altas ni exuberantes que en la Gotarra, ni se pueden encontrar surgencias ni cascadas espectaculares en su cabecera.

Se trata, por tanto, de una injusticia de reconocimiento. Es inútil querer conocer su causa histórica, se pierde en la noche de los tiempos, y tampoco cambiaría nada. Pero es importante tener presentes estas cosas, se empieza con pequeñas mentiras, después la pelota se va haciendo grande y se acaba asintiendo que todo es mentira. Y sería un error ver algo personal en esta sensibilidad hacía este tema, puesto que creo tener exactamente lo que merezco, incluso más. Simplemente creo que las injusticias de reconocimiento conducen a la desmotivación, y son un freno grave para el progreso técnico y humano.

Mi nueva bicicleta se llama Gotarra. Porque tiene un nombre rústico que transmite perdurabilidad. Porque la Gotarra lleva parte de las Gavarres, y por afinidad sonora, también de la Gavarresa. Y porque no nos gustan las injusticias de reconocimiento y ella será su abanderada.

Se trata de un cuadro de acero con una transmisión, manillar y portaequipages delantero totalmente nuevos. El resto procede de Gavarresa, la otra bicicleta. Lo que un buen profesional hubiese montado en unas 3 horas, yo he dedicado 3 o 4 jornadas, deslomado pero satisfecho. Y para no cometer una injusticia de reconocimiento, diré que sin la ayuda de mi hermano y su taller industrial, ni enchufaba la dirección, ni tampoco solucionaba el curioso problema del tope del cable de cambio que tiene el caprichoso cuadro surly.




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