domingo, 5 de febrero de 2012

Acampar en invierno

En esta época del año los días son más bien cortos. Te despistas y ya oscurece, así que normalmente uno pedalea hasta bien entrado el atardecer. El lugar de acampada depende de varios factores, de la estructura de la propiedad, de la facilidad de acceso, del tipo de cultivo y su estado, las preferencias personales, etc, etc. Pero un aspecto que para mi es importante es que sea un lugar discreto, abierto pero no muy visible. Pues bien, en el mes de enero, puesto que la tienda se planta durante el claroscuro crepuscular del ocaso, este factor se ve muy relajado y la acampada se puede hacer prácticamente en cualquier sitio que cumpla el resto de condiciones de funcionalidad, con tal de alejarse 100, 200 o 300 m de la carretera.

No sé si se puede extrapolar a otras épocas del año o a otras situaciones climatológicas, pero he podido constatar diferencias entre las zonas en que he acampado. Así, el interior de Murcia suele ser más bien seco y poco frío, hay un poco de humedad pero por la mañana la tienda está bastante seca. Con la excepción de Lorca, más cercano al mar, que sí que es húmedo y las temperaturas bajan más, y incluso escarcha un poco. En contraste, Almería, tanto en la costa como en el interior, es muy húmeda, la tienda siempre está completamente mojada, aunque las temperaturas no descienden demasiado (digamos por debajo de 4 o 5 grados).

Y después hay el interior de verdad, el de las tierras altas por encima de 700 o 800 m. Ahí la cosa cambia, y cambia mucho. Parece mentira lo rápido que descienden las temperaturas cuando se esconde el sol. Al establecer el lugar de acampada la temperatura puede ser de 4 g. 15 minutos después la tienda está lista, y la temperatura es de 2 g. 20 minutos después, en medio de la cena, ya estamos a 1 bajo cero, y la tienda empieza a escarcharse. Ante una situación así hay que ser diligente, no conviene entablarse en pensamientos o vacilaciones mientras se mira la luna. Se come un poco y ya está. Y respecto al whisky, es mucho mejor no beber nada, puesto que no hace ningún efecto, a esa temperatura es como agua y prácticamente no reconforta. Y lo que es peor, se gasta demasiado a prisa.

Entrar en la tienda cuesta un poco, las cremalleras no funcionan bien, pero con un poco de maña y mente fría se consigue cerrar las puertas. Al principio se escarcha la capa exterior de la tienda. Más tarde lo hace la parte interior, tanto por dentro como por fuera. Como la escarcha pesa un poco, la tienda va encogiendo, el hielo toca la cabeza y los pies de mi saco. Es como una pesadilla. A parte del saco, me recubro con la funda vivac, que no hace ningún daño. No pasa mucho tiempo y mi tienda es como un iglú, puesto que está recubierta de hielo. De hecho, se trata de un falso iglú, porque la temperatura puede bajar mucho bajo cero. Por la noche me despierto y la temperatura del iglú es de 6 bajo cero. Mientras, la funda vivac también ha endurecido, tiene capitas de hielo. Alucino que yo pueda estar calentito dentro del saco, pero así es. Entre el horror y el confort sólo hay una capita de 1 o 2 cm.

Por la mañana el panorama es desolador. La bici está toda blanquecina. Y la tienda está dura dura. Mi tienda quechua es como de cartón. Además, creo que no está preparada para estas situaciones. Es mejor no forzar las cremalleras, no se vayan a romper. Sacar los palos es una obra magna, requiere paciencia, concentración y tacto. La temperatura, unos 10 bajo cero, no ayuda a mostrarse relajado y paciente. Naturalmente, es muy recomendable realizar la operación con guantes gruesos y impermeables. Al final se pierde la paciencia, se fuerzan los palos, se rompen, etc. Una vez se ha conseguido extraer los palos, hay que empaquetarlos, separar los diferentes prismas. Una tarea normalmente trivial se convierte en una obra de artesanía. La única manera que ideé para separar los palos fue de frotar las uniones un ratito hasta que el hielo se deshacía un poco y cedía. Una vez se consigue realizar una separación, se pasa al siguiente nodo. Finalmente, hay que empaquetar la tienda de cartón. No puedo realizar más de 3 o 4 pliegues, con lo que queda un bulto considerable. Yo llevo una funda impermeable muy grande para proteger el sillín y parte de la bicicleta, así que meto el bulto dentro de la funda. Y ya está, como se puede se ata el voluminoso en la parte trasera, y listo para partir. En las fotos se pueden ver las diferentes fases.


En resumen, si normalmente el empaquetado matutino de la tienda, que requiere unos 15 minutos trabajando sin prisas, es la operación cotidiana que más pereza me da, cuando hay una escarchada fuerte hay que multiplicar por tres el tiempo y el esfuerzo dedicados. Se trata de un verdadero ritual, sin duda un ritual que fortalece el espíritu y marca un poco más la expresión del rostro. Hasta 4 días tuve que realizar esta operación. El primero te coge un poco desprevenido, la novedad y la ingenuidad combinan bien y divierten. El cuarto tienes muy claro que no te vas a librar de ninguna de las fases del ritual y por tanto te dedicas a cada una de ellas con conocimiento y esmero. Y como algunas cosas ya están superadas, puedes dedicar el cerebro a pensamientos más transcendentales y relativistas: Sería grave ir algún día al hostal? Me aburriría? Y cuanto puede valer pernoctar en un antro de estos? Pues no parece tan caro.

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