domingo, 5 de febrero de 2012

El último viaje

Es curiosa la relación que se establece entre una bicicleta y su propietario. Una bicicleta no es un ser vivo, pero puede resultar tan útil y simpática como una gallina o una oveja. De hecho, a quien más se parece es a un caballo o un burro. Cuando se va de viaje, no queda claro quien lleva a quien. Un buen día la bicicleta recibe un nombre, pasa a ocupar un lugar preferente en la casa, y siempre está allí, presumida, paciente, esperando a que la saques de viaje.

El tercer día, acercándome a Lorca, de pronto mi bicicleta Gavarresa empezó a comportarse de manera extraña. Todo vibraba, el pedalier hacía ruido, el cambio trasero funcionaba más mal que bien. Por dos veces la puse boca arriba para ver que pasaba: nada, ni las ruedas, ni los ejes, todo perfecto. Llegué a Lorca como pude, y realicé una inspección más tranquilamente. Tampoco veía nada, pero al final mis ojos se posaron en una raja diametral situada en el tubo que va del pedalier al eje trasero, cerca del pedalier. No me lo podía creer, el cuadro estaba roto. Ya había oído que esas cosas pasaban, pero estaba convencido que estaba relacionado con el mal uso, nunca pensé que eso le pasaría a mi bici. Realmente, yo pensaba que la única manera de romper una bici era llevarla a un precipicio y lanzarla hacia abajo. Como hemos llegado a este extremo? Habré hecho algo mal? No, yo soy positivo, antifatalista y fanfarrón (un tipo repelente, vaya), así que lejos de pensar que compré una bici de mala calidad, que la he tratado mal o que ha sido un golpe de mala suerte, pienso que la fatiga puede hasta con los materiales más resistentes y que mi pedegrí cicloviajero ha subido un escaloncito más.

Foto: Apaño que funcionó muy bien. orbea.croc

Pero bueno, la bici estaba grave y poca cosa podía hacer yo en un lugar de difícil manipulación sin quitar las bielas. En el taller de Lorca me atendieron muy bien. Les pedí si se podía hacer alguna chapuza para llegar al coche, que en dos días me podía plantar allí. Con una placa de acero y unas bridas realizaron una buena unión. Los que saben de estructuras metálicas dicen que si las uniones están bien hechas, la estructura nunca fallará por ahí. Así que, tras consultarlo con la almohada, pensé que esta situación no implicaba aventura ni riesgo alguno, por lo menos si se compara con casarse, educar hijos o montar una empresa. Vaya, que tenía el deber y la obligación de continuar tal como estaba planeado y darle el gustazo a Gavarresa de pegarse su último viaje. Y así fue. Yo estoy orgulloso de ella, y espero haberla correspondido con muchos viajes en estos más de 8 años que llevamos juntos.

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